La Perricholi

PRIMER ACTO

Primera Escena El Real Coliseo de Comedias de San Andrés

Nos encontramos ante el escenario del Coliseo de San Andrés, en Lima, alrede­dor del año 1765. La artista Micaela Villegas ejecuta una vivaz danza secunda­da por sus compañeras de tablas. Su actuación es inmejorable, y es que hoy se encuentra entre el público el Virrey Manuel Amat y Juniet, quien queda más que complacido. Ya en su camerino, Micaela recibe una carta en la que el Virrey le invita a una fiesta en Palacio; su emisario, el Teniente Vicente Echarri, también tiene interés en ella y sólo él sabe lo difícil que le ha sido cumplir con esta misión. Mientras tanto Micaela discute con su vestidora sobre el traje con que deberá acudir a un evento tan importante: sus gustos no coinciden con la moda afrancesada.

 

Segunda Escena El Palacio de Gobierno

La casa de Pizarro luce un gran salón de características versallescas, donde llega lo más encumbrado de la aristocracia limeña.

Para diversión de sus nobles invitados y para granjearse su simpatía, el Virrey Amat ha dis­puesto un fastuoso espectáculo de ballet.

Entre los invitados se encuentra la Marquesa de Avila, una joven viuda cuya afinidad con Amat es obvia.

En medio de la fiesta, hace su entrada Micaela, con un escandaloso vestido que causa una fuerte impresión en los presentes.

Si bien los caballeros la admiran, las damas la ven con antipatía. Las miradas de Amat se dirigen solo a ella, quien interpreta un fascinante fandango. Poco después, Amat da por terminada la fiesta y así queda a solas con la bella artista. El le muestra su gran aprecio regalándole un collar de piedras preciosas. Micaela se siente abrumada y acepta sus galanteos, baila con él y accede a quedarse en Palacio. Echarri ha sido mudo testigo de la escena romántica y queda descorazonado.

 

SEGUNDO ACTO

 

Tercera Escena El Paseo de Aguas

Es el día en que se ha inaugurado un hermoso monumento con surtidores de agua. El pueblo y la nobleza recorren el lugar embar­gados por el júbilo general. No podían faltar las mistureras, las floristas y otros vendedores que reclaman la atención de los paseantes. Las hermosas jóvenes del pueblo ven llegar al Virrey Amat y a Micaela y les dan la bienvenida. Amat le revela a Micaela que el Paseo de Aguas lo hizo construir en su honor.

La felicidad de Micaela sólo puede ser traducida en la danza y así todos presencian lo mejor de su arte. Los nobles quedan indignados por esta efusión de gracia popular y se retiran llevándose

a Amat. De entre la gente sale el Teniente Echarri y señala a

Micaela su falta de cordura; el momento es propicio y él le declara su cariño que parece ser correspondido.

Cuarta Escena La Quinta del Prado

El Virrey Amat y Micaela se han encontrado como tantas otras veces en la Quinta del Prado. Es de noche y Micaela no puede dormir. Amat se despierta y al verla fuera del lecho, se acerca a indagar que ocurre. Ella le hace saber su deseo de tener una carroza propia, para así castigar las envidias de los nobles. Al principio él se niega a considerar la idea, pero Micaela consigue su aprobación a fuerza de ternuras.

 

Quinta Escena La Plazuela de San Lázaro

La coincidencia de gente del pueblo, de la nobleza, de vendedores y de las insinuantes tapadas, crea un colorido cuadro costumbrista. Un grupo de esclavos baila un festejo y luego varias parejas se lucen con una zamacueca. En ese momento hace su entrada Micaela La Perricholi, en la lujosa carroza obsequiada por el Virrey. Con su vanidad casi satisfecha, Micaela desciende y realiza un novedoso baile en el que el Teniente Echarri la acompaña. Repentinamente irrumpe en la escena una mujer llorando por la agonía de su esposo y entra presurosa a la iglesia. Cuando sale el humilde sacerdote llevando en sus manos el Sagrado Viático, Micaela se siente avergonzada y cayendo de rodillas le dona sus joyas, poniendo a su disposición la carroza. El sacerdote y la sufrida mujer se retiran en ella. Arrepentida de su vida ostentosa, Micaela se cubre la cabeza con un manto y entra el templo de la mano del Teniente Echarri.